3. Pedos

Ya hemos dicho que el estoma es el nuevo ano de Mr. Ostomer, y lo es a todos los efectos, así que por él salen los tres estados de la materia: sólido, líquido (hay días) y, sí, también gaseoso.

Los pedos de Mr. Ostomer inflan la bolsa como si fuera un globo.

Cuando la bolsa está muy llena la presión del gas pone a prueba la fuerza y el ajuste de los aros de las dos piezas: la base fija adherida a la piel y la bolsa.

En esos casos Mr. Ostomer se va al baño o, si no lo hay, a un lugar muy muy apartado, andando como el monstruo de Frankenstein para no doblar el pliegue inguinal y así no presionar la bolsa aún más de lo que lo está, no sea que se abra en un poof hecatómbico, awesómico y terrífico, y cuando llega a su destino abre ligeramente la unión de los aros para que salga el maloliente gas. (Siempre ha pensado que esto debe de ser una barbaridad y que tiene que haber un procedimiento correcto para liberar ese gas, pero nadie se lo ha explicado nunca y a él no se le ocurre otra cosa), y los vuelve a cerrar comprobando maniáticamente toda la circunferencia.

Como el estoma no tiene esfínter (ya lo dijimos), todo lo que sale por él es espontáneo, inesperado e incontrolado. El gas no siempre suena, pero cuando lo hace es un show.

A veces el pedo avisa: una burbuja traviesa se pasea por el intestino y amenaza con salir. A Mr. Ostomer le da tiempo a barruntarlo y se pone la mano sobre la barriga, presionando un poco el estoma para hacer de sordina. Pero otras veces el inconfundible sonido prrrr le sorprende a él tanto o más que a quienes le acompañan. Menudo papelón. Imagínense el numerito. No huele (habitualmente) porque (si nada falla) se queda herméticamente confinado en la bolsa, pero suena. Y es imposible intentar disimular o desear que alguien imagine que es otra cosa. No. Es un PEDO. Y no hay más que decir.

Uno que jamás olvidará se produjo en un momento muy bonito: en la presentación de un fantástico cómic que había hecho un amigo suyo sobre la vida de un arquitecto mundialmente famoso. El acto tuvo lugar en Madrid en un exquisito centro vinculado con otro arquitecto mundialmente famoso.

Todo era encantador y muy excitante. Mr. Ostomer había osado colocarse en las primeras filas e incluso intervenir en el debate como si tuviera perfecto derecho. Qué desfachatez; qué se habría creído. Pero en un momento de silencio y casi de beatífica contemplación al estoma se le ocurrió hacer un solo. 

Podéis imaginaros la vergüenza, el bochorno, el horror. A él le estuvo bien empleado: En esos momentos se estaba considerando tan inteligente, tan interesante, tan distinguido. El estoma le bajó al fango y le dio una lección de humildad. Bueno, vale, muy bien. Pero ni el autor ni quienes le acompañaban en la presentación merecían ese bochorno.

Mr. Ostomer se puso muy nervioso. Le dieron ganas de levantarse, ir a la mesa, tomar el micrófono y explicarlo, y además pedir que no se preocupara nadie porque no olía. (Por suerte no había sido una de las raras excepciones en las que parte del mefítico gas se escapa por algún pliegue de la base). También le dieron ganas de que se abriera un agujero en el suelo, bajo su asiento, y lo abdujera hasta el infierno o hasta el tercer sótano.

Pero no pasó nada de eso. La presentación siguió su ritmo normal e incluso al final Mr. Ostomer se fue con el autor, los presentadores del evento y otros amigos a tomar cañas. O nadie lo había oído (que puede ser, porque la conciencia del bochorno lo magnifica todo, y a menudo no es para tanto) o lo habían oído pero no habían identificado al causante. O sí habían identificado la cara roja de Mr. Ostomer y lo habían perdonado. Quién sabe. La gente es muy rara.

Hay ostomizados que necesitan, sobre todo al principio, ayuda psicológica. Mr. Ostomer lo entiende perfectamente, pero él nunca la necesitó. Y los hay que no terminan de reponerse jamás y reducen drásticamente su vida social hasta el punto de desarrollar fobias. Mr. Ostomer no es de esos. No quiere perderse presentaciones de comics, exposiciones, conciertos, obras de teatro, viajes, amistades ni nada de lo maravilloso que le ofrece la vida. Y si alguna vez se le escapa un pedo (o cosas peores que ya veremos) da muestras de una gran madurez cerrando muy fuerte los ojos y mascullando muchas veces muy bajito y muy deprisa: "Pío pío, que yo no he sido".

7 comentarios:

  1. Yo no necesité ayuda psicológica, aunque al principio lo pasé bastante mal. Trabajaba como Educadora en una prisión y no me imaginaba delante de una persona que acaba de pasar unos días en comisaría, que aterriza en prisión y que quien tiene que atenderle, escucharle y orientarle de repente se pedorrea en su cara. Tener que explicarle que no es falta de respeto, que es algo inevitable, y ser la Educadora Pedorrera. Cuando salía a la calle y a mis tripas les daba por funcionar me parecía que todo el mundo lo sabía, que estaba hablando con alguien y estaba cagando y se me notaba en la cara. Yo tengo cuerpo de pera y entre la bolsa y la hernia abdominal de caballo que desarrollé, la pera era más redonda. Empecé a llevar ropa más grande, creyendo que disimulaba todo. La hernia era tan bestia que, entre lo uno y lo otro, me dieron la incapacidad y no llegué a verme en la tesitura de cómo vivirlo en el trabajo. Poco a poco aprendí a vivir con la bolsa, aunque hay ratos que me cago en su estampa, a aceptar que '"la bolsa es la vida", que mi cuerpo es el que es, y funciona como quiere. Qué la ropa floja me hace más gorda y me sienta peor, que me puedo poner bikini y disfrutar. Y que hay muchas personas con muchos más problemas en su día a día que cagarse encima.

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    1. Gracias por comentar.
      Sí. Es una faena, y a menudo puede ser un gran incordio.
      Escribes sobre la hernia en pasado. ¿Se te corrigió? ¿Te la operaron? Espero que estés ya mejor.
      Lo de cagarse encima es así, y eso que casi nunca se sale, porque cuando lo hace...

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    2. Sí. Me operaron. Tengo tanta malla que parezco un caballero medieval. A veces tengo la sensación de que está más floja, y ando con refajos para que aguante.Tras la operación mi padre enfermó de gravedad y, aunque me turnaba con mis dos hermanos, como era "la nena" y al estar de baja tenía más tiempo, me tocó tirar bastante. También me tuvieron que infiltrar e la cadera, que andaba con la pata arrastras. La vie, que es así. Y sobre que no se escape...me pasó una vez yendo en el coche de casa de mis hijos en Eurovillas al hotel en Arganda. Acabé en la ducha con ropa y todo. Aquello era un no parar de salir. Yo "Mierda,mierda! ". Nunca fue tan literal. La ropa en el cubo de la basura. Y el coche a la mañana siguiente a darle un fregado en la gasolinera. Sólo me ha pasado ésa vez fuera de casa. En casa alguna vez (pocas) durmiendo mi marido me ha despertado diciendo "Cari, huele" y a todo meter al baño. Mister, mención honorífica para nuestros "caris".

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  2. Mi bolsa tiene una especie de agujerito con un filtro por donde sale el exceso de aire (únicamente) pero sin olor. Pensaba que eran todas así...

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    1. Ay, me vienes de miedo. La mía tiene una especie de sellito-rectangulito de carbono activado que dicen que es para eso, ¿pero tengo yo que perforar ahí o hacer algo como levantar una tapa protectora? En las instrucciones no dice nada, y he hurgado un montón de veces y no veo la manera. Es posible que lleve siete años haciéndolo mal. Nadie me lo ha explicado nunca.
      Por favor, dime cómo es lo tuyo.

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  3. Pues me temo que tenemos el mismo sistema 😂, pero mi bolsa no se hincha, sale el aire por ese rectangulito, se ve un agujerito en el carbón activado...

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    1. A mí desde el principio me contaron que ese rectangulito era un filtro de carbón activado para eliminar olor, y también pensé que por ahí saldría el gas, pero nada. No sale nada.
      La examiné (hablo de hace años, cuando empezaba) y vi que tenía como dos pegatinas blancas, una por dentro y otra por fuera) e intenté quitarlas, pero no pude; estaban bien pegadas. Pensé incluso hacer algunos agujeritos con un alfiler, pero me dije: "Estate quietecito, Ostomer. Con tantas instrucciones y cosas que lleva la caja ,si tuvieras que hacer algo con las bolsas lo pondría". Así que lo dejé. Cuando se hincha abro un poquito el aro y se va por la rendija.
      Pero muchas gracias por los comentarios. Volveré a llamar al servicio de atención de mi marca, a ver qué me dicen.
      (Verás qué risa cuando siete años después me entere de algo básico que tenía que haber sabido desde el primer día).

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4. La fastidiamos

No es que esto sea lo habitual, ni mucho menos, pero a veces pasa: Está Mr. Ostomer tan tranquilo haciendo lo que sea y de repente nota un o...