No es que esto sea lo habitual, ni mucho menos, pero a veces pasa: Está Mr. Ostomer tan tranquilo haciendo lo que sea y de repente nota un olorcillo inconfundible. Afortunadamente suele ser el primero (y casi siempre el único) que lo detecta, y sale corriendo a un baño (o a donde pueda) para examinar el desaguisado.
Incluso así, a menudo es solo el olor: la lámina base hace una pequeña arruga y por ahí se ha escapado una ridícula (aunque mefítica) emanación. En ese caso Mr. Ostomer se arregla un poco, coloca bien la bolsa, alisa como puede la lámina base, tapona si es preciso el pliegue inadecuado y ya está. A circular de nuevo por el mundo.
Otras veces es algo más que un suave aroma; es una avanzadilla que pugna por salir, y hay que estudiar los daños, planear una acción o, incluso, si llega el caso, una huida. Y otras veces los prisioneros ya se han fugado y hay que dar la voz de alarma.
En este último caso, dada la mayor o menor envergadura de la fuga, podemos estar hablando de huellas solo en la parte interior del calzoncillo, o de calzoncillo traspasado con afección de pantalón y faldón de camisa.
Hemos contado en entradas anteriores que el sistema que usa Mr. Ostomer es de dos piezas: Una lámina base que se pega a la piel y tiene un agujero para que pase el estoma, con un aro alrededor a unos tres centímetros de este, y una bolsa que tiene un aro complementario que hace un clic hermético con el de la base.
¿Es perfecta la unión de la base con la piel o puede fallar y levantarse? Puede fallar y levantarse. ¿Es perfectamente hermético el clic de los aros de la base y de la bolsa o pueden fallar y abrirse? Pueden fallar y abrirse. ¿Es perfecta la unión del tejido de la bolsa con su aro o puede rasgarse? En este mudo nada es perfecto y todo puede estropearse y salir mal alguna que otra vez. (Si no no habría ninguna emoción).
Añadamos a esto que la mierda, como cualquier prisionera que se precie, tiene la sacrosanta obligación y el ansia indomeñable de escapar y lo tendremos todo listo para fastidiar a Mr. Ostomer.
Ya decimos que esto pasa pocas veces, y hasta ahora casi todas le han ocurrido en su casa. Menos mal. Pero una vez en clase... Eso lo contaremos en alguna próxima entrega. Primero vamos a la didáctica.
En el dibujo de la izquierda tenemos a Mr. Ostomer recién duchado y con todos los achiperres nuevos y recién instalados: La lámina de base (en rojo) pegada a la piel tiene un agujero central que deja pasar al estoma. También tiene un aro en relieve alrededor. La bolsa tiene un aro complementario que hace clic en el de la base y cierra perfectamente. Todo está listo para que el estoma suelte lo que quiera, que caerá limpiamente en el interior de la bolsa.
Pero en el dibujo de la derecha vemos una anomalía. Esto pasa a veces cuando la caca es muy poco fluida y no cae limpiamente donde debería, sino que se queda apegostonada alrededor del estoma. Si además Mr. Ostomer no está de pie y andando, con el cuerpo vertical y la bolsa bien dispuesta en su caída, sino sentado, o, el colmo de los colmos, conduciendo, tiene el pliegue inguinal comprimido, la bolsa arrugada y aplastada, y la mierdecilla no ve salida por ningún lado, por lo que se va amontonando al borde del estoma.
Si sigue habiendo más producción, la caca queda cada vez más presionada y empuja para todas partes, hallando a menudo como única salida posible el punto más débilmente pegado del agujero de la lámina base. Y si ha encontrado que por ahí hay salida va a seguir avanzando hasta ver la luz.
Una ventaja de todo esto es que, precisamente por ser tan poco fluida, su avance es lentísimo, y cuando va llegando al borde exterior su olor avisa con tiempo. Casi siempre.
(A veces se puede dar la tormenta perfecta, pero de esta ya hablaremos, porque ya está bien de cacas por hoy y estáis merendando. Mr. Ostomer siente mucho todo este fastidio que os causa con sus cosas y dice que ya se va. Hasta otro día).